Gardenias


Hace algunos años, iba llorando en mi auto después de una pelea terrible con mi novio; estaba desconsolada. Tocó una luz roja y me detuve. Una mujer vendía ramitos de gardenias recién cortadas (mis flores favoritas). Pasó por mi ventana ofreciendo su mercancía. Dije no, gracias.
Yo seguía llorando cual Magdalena, a pleno sollozo, cuando la mujer se acerca de nuevo y me da un ramito de flores. Me negué tomarlo. Ella dijo que no me lo vendía, que era mío. Lo enviaba el señor del auto al lado mío. Confundida, lo acepté.
Cuando ella se va, pude ver el auto del cual enviaban las flores. El vidrio polarizado bajó lentamente, y un hombre de unos 40 años aparece. Iba muy elegante enfundado en un traje negro precioso. Sonrió, y sin alzar la voz me dijo “ya no llores“, y arrancó el auto.
Nunca más lo he vuelto a ver. No hubo una tarjeta con un número, ni una sola insinuación de su parte. Solo quiso verme sonreír.
Fue un detalle de caballerosidad y empatía. Insisto: ¿qué hay de malo en ser tratada como una dama?

Gracias Isabelle Cigarras @Voyporcigarros por compartir mi viaje.

2 comentarios:

  1. Ya lo dije ayer por Twitter, y lo repito por aquí, me encantó. De hecho me imagino la escena con una canción de la banda sonora de Amélie, no sé por qué.

    Un afectuoso saludo.

    @mikelfruits

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  2. Excelente lectura, me agrada ver tu blog.

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