Hace tanto daño el desarraigo, ese que conozco desde pequeño, cuando aún el sueño del amor no daba vueltas por mi cabeza. Estar lejos no es cuestión de distancia, se trata de una sensación que se experimenta en el interior y hace olvidar cualquier vestigio de vida.
Pero cuando el exiliado es el corazón, esa sensación se convierte en dolor, uno que te carcome hasta las fibras más intimas. Es un lugar en donde sólo se va muriendo, con lentitud y en silencio, ahí no hay vida ni esperanzas y su custodio es el olvido.
Hoy lo conocí, por eso te lo puedo contar y no porque sea un recién llegado, si no porque tomas conciencia del lugar cuando ya vives en él. Todo lo que llevas es una mochila con tus recuerdos, simplemente para que sepas a diario que en algún momento tus latido tenian sentido.
Sé que el amanecer parece no existir, hoy no hay luz al final de este túnel, y Tú sigues tan lejos, que mi alma ya no puede ver el brillo de tu mirada ni sentir la suavidad de tu risa.
Tal vez exista una salida, por eso en esa carga de recuerdos escondi una pequeña esperanza de ti, y quizas esa es la que me mantiene aún, con vida.
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